Por Javier Silvestre
Ahora que estamos a un paso de la Navidad, los lanzamientos musicales se suceden. Uno de los más llamativos es la ‘Edición Leyenda’ del último disco de Mónica Naranjo, ‘Lubna’. Lo más curioso de todo es que la novela en la que sus canciones se basan no se haya publicado con antelación o acompañando a la publicación original del disco a finales del pasado enero. No obstante, no deja de ser el sucesor perfecto del que, para mí, es a día de hoy su cumbre musical: ‘Tarántula’.
‘Tarántula’ significó un momento clave para Mónica Naranjo, debido a que fue su gran comeback tras un retiro musical y mediático de bastantes años. Sin embargo, creo que parte de su éxito se debió al momento en el que fue lanzado. Este disco devolvió a la artista al punto en el que debía estar después de la publicación de ‘Minage’, pero probablemente no habría sido bien comprendido en el panorama español si hubiese visto la luz justo uno o dos años después de algo tan comercial como ‘Chicas malas’, un disco por el que la artista nunca ha demostrado demasiado cariño.
Tras el mencionado pelotazo musical y una serie de proyectos en los que se retomaban muchas de las canciones incluidas en ese compacto (‘Stage’, ‘Adagio’, ‘Madame Noir’ o ‘4.0’), era el momento de dar un paso más, de dar una vuelta de tuerca a su sonido y seguir evolucionando. Así pues, a principios de año, Mónica Naranjo nos ofreció uno de los discos más solventes del panorama español de este 2016. En cuanto a ventas tuvo una acogida bastante buena, especialmente en sus primeras semanas.
Ahora, este disco vuelve a estar entre lo más vendido gracias a su ‘Edición Leyenda’. Por este motivo, nos encontramos en el momento perfecto para analizar ‘Lubna’, un disco al que la cantante definió, desde antes incluso de su publicación, como una ópera-rock. Por ello, voy a exponer las que me parece que son sus tres claves fundamentales:
1. El concepto.
A todos nos ha quedado de sobra claro que este disco se basa en un libro (el cual ahora ve la luz en su ‘Edición Leyenda’, pero que, como ya he indicado, debería haber salido antes que el propio álbum). Lubna es el nombre del disco, del libro y de la protagonista de ambos, que encarna, según ha explicado Naranjo en varias ocasiones, la justicia divina. En conjunto, tanto la obra literaria como la musical, consiste en una serie de historias y personajes que se entrecruzan entre sí. Creo que no hablo sólo por mí cuando digo que quiero saber más sobre los personajes que protagonizan historias como ‘Apocalíptica’, ‘Holocausto’ o ‘Jamás’.
2. La ópera-rock.
Con esta etiqueta defendió su proyecto Mónica Naranjo desde hace ya varios años. En efecto, ‘Lubna’ es tanto lo primero como lo segundo: la voz lírica de la cantante es la protagonista de muchas de las canciones y la estructura del disco recuerda a la de una ópera, pues los interludios hacen que parezca que el disco se divide en actos. Por otra parte, el rock no solo se queda en eso, sino que en numerosas ocasiones desemboca en sonidos más agresivos como el heavy. De este modo, se puede decir que esta obra resulta un híbrido entre ‘Tarántula’ y su posterior adaptación sinfónica, ‘Adagio’. Por ello, no llama la atención que Naranjo haya decidido seguir este camino en su último trabajo discográfico.
Pero ‘Lubna’ es mucho más que eso. A los géneros ya mencionado se suman muchos otros, como el tango de ‘Romance con la locura’ y ‘Balada desesperada’ o esa especie de “flamenco-heavy” (me parece el mayor acierto de este disco) que tiene lugar en ‘Boomerang’ (acompañada de Marina Heredia) y en ‘L’ombra’ (junto a Jaime Heredia). Lejos de distorsionar el álbum y resultar en un producto incoherente, el disco se nutre de ello y lo que encontramos es algo más que una ópera-rock, pues estamos ante un ejercicio de fusión interesantísimo y bastante original que mezcla lo lírico con el rock europeo, el heavy y otros géneros del mundo hispano, siendo precisamente esta mezcla la que aporta toda la personalidad que este proyecto tiene.
3. El barroquismo.
Todos sabemos que Mónica Naranjo puede pecar de excesiva en algunas ocasiones, pero yo no lo considero como algo malo. Es simplemente una decisión estética. Al igual que un pintor decide inspirarse en una corriente artística o en otra, es tan lícito que un cantante decida hacer música acústica y minimalista acompañado de un solo instrumento (se me viene a la cabeza el éxito de los —atención al guiño— fabulosos ‘acustiquísimos’ de Zahara), como decantarse por todo lo contrario. La segunda opción sería el caso de otros cantantes como Mónica Naranjo, que hacen de sus canciones unas producciones de gran intensidad en las que diferentes sonidos se entremezclan logrando una comunión perfecta a pesar de obtener como resultados temas sobreproducidos y bastante cargados.
Podría hablar de un cuarto punto que tratara sobre la voz de Mónica Naranjo, pero a estas alturas a todos nos ha quedado más que clara la capacidad vocal de la artista, independientemente de que guste más o menos. En ‘Lubna’, su voz suena mejor que nunca y le da toda la emoción que requiere a cada una de las canciones. En alguna entrevista, ella misma ha declarado que cuando terminó de grabar el disco sintió una sensación de vacío, y eso se nota. Este compacto es como un vaso de agua lleno en el que la cantante ha vertido toda su esencia en él.
Por todo ello, siempre resultará un buen plan coger esta joya y disfrutar del placer de su música cualquier tarde de este casi acabado otoño. ‘Lubna’, ese proyecto en el que vemos confluir todas las inquietudes musicales de la artista, que nos ha ido ofreciendo poquito a poquito a lo largo de los años. Si se piensa bien, este es el punto lógico al que llegar después de la evolución que Naranjo ha ido teniendo. Solamente deseo que llegue el momento en que este proyecto se lleve de gira y pase por mi ciudad. Solo me queda decir que no me importa esperar otros siete años para tener material inédito de Mónica Naranjo si los resultados son tan impactantes (para bien) como los de ‘Tarántula’ o este ‘Lubna’.
Javier Silvestre.